Confiando en el Ser Humano

Discurso pronunciado por Paiva Netto durante la ceremonia de Iluminación del edificio del ParlaMundi de la LBV

Brasília, 24 de diciembre de 1994.

¡Dios Está Presente!

(Pueblo: ¡Viva Jesús, el Cristo Estadista, que ya vive en nuestros corazones para siempre!)

Antes que todo, quiero agradecer a Jesús por los buenos amigos que tengo, que la Legión de la Buena Voluntad tiene (Obra, cuyo lema es por un Mundo mejor y por una Humanidad más feliz). Esos grandes amigos de Jesús son todos Ustedes, que llenan esta inmensa plaza. Dejaron sus hogares, donde podrían estar ahora al calor de sus familias, en la tradicional Cena de Navidad, para cenar con toda la Humanidad, para cenar con el Cristo de Dios, nuestro Amigo misericordioso, que ha sido la bandera de toda mi vida. Nunca me avergoncé de Su nombre, por eso es que les pido a todos repetir conmigo: ¡Jesús, cura a Brasil y libera a la Humanidad! Concede a Brasil y a todos los pueblos, conforme prometiste, la Paz que el mundo no nos puede dar. ¡Quien confía en Jesús no pierde su tiempo! ¡Quien confía en Jesús no pierde su tiempo! ¡Quien confía en Jesús no pierde su tiempo!

Es por esto que, yendo contra la expectativa de tantos amigos de la LBV, no acepté la generosa propuesta de inaugurar el Parlamento Mundial de la Fraternidad Ecuménica el 2 de marzo de 1995, día de mi cumpleaños, porque siendo éste justamente el Parlamento Mundial de la Fraternidad Ecuménica, el Parlamento de la Paz, nunca, jamás, en ningún tiempo, podría ser inaugurado en otra fecha que no fuese la Navidad de la Cabeza de la Humanidad, Nuestro Señor Jesucristo, exactamente el Señor de la Paz. Jesús, el Supremo Gobernante del Planeta Tierra y por lo tanto de Brasil. Y es con el pensamiento en Él, recordando el Libro del Génesis, en el que, cuando al crear el mundo, en un lenguaje bellamente simbólico, no obstante revelador de Moisés, está relatado que el Creador del Universo determinó: “Fiat Lux” y la luz se hizo, que hoy iluminamos el Parlamento Mundial de la Fraternidad Ecuménica, el ParlaMundi, con la luz humana, pero con toda seguridad sabiendo que el Espíritu de Dios iluminará estas paredes, este ambiente, para que esto aquí no sea un sueño, sino una realidad palpable, que toque los corazones, para que todos descubran que por encima del intelecto está el corazón, que oye la Palabra de Dios, antes que el cerebro humano.

Que en este Parlamento Mundial de la Fraternidad Ecuménica, el ParlaMundi, se una a la inteligencia del cerebro la inteligencia del corazón. (...) Tenemos dos piernas. Faltando una, ¿dónde estará nuestro equilibrio? Que exista aquí equilibrio, que a la Criatura Humana no se le falte el respeto jamás ni un segundo siquiera, en cualquier ambiente de este Parlamento Ecuménico, como jamás se hizo en el Templo del Ecumenismo Sin Restricción.

Es un error decir: vivo en aquel apartamento, en aquella casa, en aquella cabaña. Es un engaño trágico. En verdad, no residimos en ningún apartamento, en ninguna casa, en ninguna cabaña. Ante todo habitamos el planeta Tierra. Y, si no lo amamos debidamente, con toda seguridad por nuestra falta de previdencia, por nuestro desamor, por nuestra falta de atención a las cosas eternas, que tienen que convertirse en algo habitual en la vida de cada Criatura Humana y en el de todas las naciones, perderemos la gran y bellísima morada que Dios nos concedió, por Su Misericordia.

Soy perseverante, creo en la Criatura Humana y sé que la Voluntad de Dios se expresa por intermedio de aquellos que Lo aman. La Ciencia se está iniciando en esta urbe, porque la Tierra es aún el curso primario, y solo será una etapa superior cuando el Amor realmente dirija nuestros actos. Iluminamos hoy este Parlamento donde las criaturas se amarán. Los hombres leen muchos libros, encuentran mil explicaciones para los problemas humanos y sociales, pero mientras no se respeten, las verdaderas soluciones jamás serán encontradas.

El Amor, que es Dios, es la más poderosa arma en el mundo. En este momento, con el Espíritu elevado al Creador Supremo, estamos despertando en el corazón de los humildes un poder de tal tamaño que callará la boca de todos los armamentos. ¿¡Sueño!? ¿Por qué no intentar realizarlo?

Pero no solamente la voz de las armas que tiran cuando son apretados sus gatillos. Estamos luchando para enmudecer los armamentos tenebrosos de la calumnia, del odio, de la infamia. Todo lo que se resume en el desamor, que seca los corazones.

Una ley funcionará en esta Casa: el Amor. El Ecumenismo callará en los corazones de religiosos la especialidad milenaria de la intolerancia.

Decía el inolvidable Alziro Zarur (1914-1979), el Fundador de esta Casa: “El mayor criminal del mundo es aquel que predica el odio en nombre de Dios”.

Víctor Hugo (1802-1885) revelaba que “el camino para la Paz es la Fraternidad”.

Gandhi (1869-1948) advertía: “La diferencia de opinión no es motivo para peleas. Si no, mi esposa y yo ya estaríamos lejos uno del otro hace mucho tiempo”.

El Amor no es una ilusión, es la energía que mueve los mundos. Dante Alighieri (1265-1321) percibió esto en su Divina Comedia. El Amor es el Supremo Poder. Creó el Universo. ¿Cómo no resolverá las cuestiones de poca importancia que separan a los hombres y a las naciones de la Tierra? Las palabras deben, de aquí en adelante, dejar de esconder el pensamiento humano.

Nadie más osará la conquista de un cargo cualquiera para explotar a sus semejantes. Ni usar la inteligencia para mantener a las criaturas en la ignorancia. Es necesario, para usar un lenguaje que todos entiendan, que la Humanidad tenga vergüenza, que la Humanidad tenga juicio. Y muchas personas que aún no creen en Dios, pero que un día creerán, tienen más juicio que muchas de las que se proclaman religiosas.

Los políticos, los militares, los científicos, los artistas, ante determinados comportamientos, incluso podrían decir: Si hay religiosos que creen en Dios, pero que también son los mayores divulgadores del desentendimiento, justificados están todos nuestros actos contra nuestros semejantes.

Una vez, en 1982, en Goiás, me entrevistó un colega periodista, que me preguntó: “Paiva, usted está perdiendo su tiempo. Habla de Amor cuando la violencia crece en el mundo”.

Le respondí: — Mi querido Hermano, ¿usted querría que yo hablase de Amor cuando todo el mundo se amase?

Tenemos que pensar como Confucio (551-479 a.C.), y cavar el pozo antes que venga la sed. Es lo que están haciendo los Legionarios de la Buena Voluntad.

Es hora de aprender a amar y sustentar ese vital conocimiento. A partir de la Religión y de ahí hacia la Ciencia, la Filosofía, la Política, la Economía, el Arte, el Deporte, porque en cada avance del Amor disminuye el área de actividad del odio. O nos respetamos o no quedará nadie para contar la historia.

Se habla de Amor y se piensa en una enfermedad venérea. Lo que provoca la enfermedad venérea no es Amor. El Amor no es la expresión torpe del deseo. El Amor es Dios, en la definición de San Juan Evangelista, que aprendiera esta lección con Jesús. El Divino Maestro vino a traernos la definitiva, la perfecta, la adecuada forma de Amor que el mundo jamás conociera.

Por esto, decimos que Jesús es el Gran Estadista de la Humanidad. Por lo tanto, Él es el verdadero inspirador del Parlamento Mundial de la Fraternidad Ecuménica, el ParlaMundi.

Entonces, saludémosLo como el Magnánimo Pacificador, ya que Jesús no es responsable de cualquier acción fanática que se haya realizado en Su nombre, en el transcurso de la Historia. Él ordenó: ¡Amaos!, y no: armaos.

¿Qué ventaja es amar a aquel que nos ama? Privilegio para el Hombre de sentido común es amar a aquellos que aún no nos comprenden y eventualmente nos odian, aunque no esté relacionado entre los llamados cristianos (a pesar de que en la Legión de la Buena Voluntad consideramos a toda la Humanidad cristiana, lo que está en consonancia con la visión universalista de Cristo, libre de cualquier vicio sectario humano).

No podremos adentrarnos en el Tercer Milenio con la mentalidad primitiva del hombre de Neandertal. O nos corregimos, o dentro de poco ni podremos ser considerados Seres Humanos. Mientras que los corazones estén armados, la guerra será como una espada de Damocles balanceándose sobre nuestras cabezas.

Hoy realizamos la más bella Cena de Navidad que jamás podríamos hacer en toda nuestra existencia. Y su alimento es el Amor.

Iluminado está el Parlamento Mundial de la Fraternidad Ecuménica, con las humildes luces de la Ciencia Humana.

Cada uno de nosotros hará ahora un pedido, pedido de Navidad a Dios, al Cristo y al Espíritu Santo, mientras que los Coros, empezando por el de los niños, cantarán la Noite Silenciosa (Noche Silenciosa). ¡Todo es Paz, todo es Amor!

Veremos quién ganará la gran batalla de todos los tiempos desde que la Humanidad existe: si el odio o el Amor.

Creo en el Amor como forma positiva de acción. No el Amor cobarde; sino, el Amor valiente, actuante, activo, realizador. Tan significativo es el Amor, para despejar los caminos, que se impone como explicación única a la supervivencia de la Humanidad ante tantos locos que en el transcurso de los siglos la han gobernado.

Lo que estamos pidiendo a Dios, al Cristo y al Espíritu Santo — ya que materialmente iluminamos el Parlamento Mundial de la Fraternidad Ecuménica — es que se haga notable Su Divina Claridad en todo este cuerpo arquitectónico y en todos (Hombres y Espíritus) los que aquí comparecieron, o que nos oyen por las centenas de emisoras que transmiten nuestra palabra, para que tomen conocimiento de que Ellos (la Santísima Trinidad), como instrumento inseparable de las realizaciones humanas y espirituales han llevado a los pueblos adelante, aunque con mucha persistencia. ¡Porque lo único que vale la pena en este mundo es amar! Es decir, actuar con elevado sentido común y fuerte determinación por el más completo progreso de la Humanidad: el del cuerpo aliado al del Espíritu. No basta tratar uno y olvidar el otro. Esto solo ha provocado el desequilibrio de los pueblos. El mayor sufrimiento es la ausencia de Amor.

Amar en la Religión, en la Ciencia, en la Política, en la Filosofía, en los hogares. En el Apocalipsis, en el Mensaje a la Iglesia en Laodicea, Jesús nos invita a esta gran cena: la epopeya de amar.

Entonces, saludemos al Supremo Exponente de este Parlamento Ecuménico, el Gran Comandante, el Verdadero Conductor de la Legión de la Buena Voluntad y de todos nosotros: ¡Jesús, Nuestro Señor!

En el Evangelio, el Cristo dijo así: “Dejad venir a mí a los pequeñitos, porque de ellos es el Reino de los Cielos”.

Sin embargo, los pequeñitos no son solo por la edad. Son también aquellos que se convierten en humildes de corazón, capaces de comprender aquel recado que solo los que aman entienden.

Cada uno haga ahora su pedido durante esta oración.

El mío es este: Jesús, ilumina con Tu Amor al Parlamento Ecumenísimo que Te pertenece.

Al cántico celeste de la Noite Silenciosa (Noche Silenciosa), que empieza así: “Todo es Paz...”, nosotros, con toda seguridad, daremos un enorme paso para integrarnos en esa Paz que ni los gobiernos, ni las bayonetas pueden conceder a las naciones. Quien piensa que la gran fuerza es la material, la humana, está totalmente engañado. La vigorosa fuerza, la potencia invencible es la del Espíritu.

Entonces, Hermanos católicos, protestantes, espiritistas, esoteristas, los Hermanos del Islam, los Hermanos de Umbanda, del Candomblé, del Hari-Krishna, del Bahá’í, del Vale do Amanhecer, Hermanos ateos, en fin, Humanidad, supliquemos lo mejor que podamos pedir, de acuerdo con nuestra creencia, para que las madres no necesiten mandar a sus hijos a la guerra, para que nadie más sea explotado. ¿Es una ilusión? ¿Es una utopía? Pero esta iluminación eléctrica que embellece el ParlaMundi hace pocos años era una utopía también. Los aviones eran utopía. Todo es utopía antes de convertirse en realidad.

Dice la sabiduría antigua: “Cuando el discípulo está listo, el Maestro aparece”.

Cada uno haga ahora, a su manera (no quiero saber cuál), su pedido, el más bello pedido, en esta Cena de Navidad, que es el Parlamento Mundial de la Fraternidad Ecuménica, que la Legión de la Buena Voluntad ofrece de corazón a Brasil y a la Humanidad.

(El Coro Ecuménico Buena Voluntad interpreta la música Noite Silenciosa.)

Nadie hace nada solo. Sin Ustedes no puedo realizar nada. El mejor discurso de un hombre son sus obras. Tengamos Buenas Obras, como nos pidió Cristo. Las buenas obras que levantan a los caídos, visten a los desnudos, alimentan a los hambrientos, curan a los enfermos, socorren a los desamparados. ¡Porque en cada uno de éstos encontramos a Jesús! ¡Salve la Navidad Permanente de la LBV, por un Brasil mejor y por una Humanidad más feliz!

Quien confía en Jesús no pierde su tiempo. ¡Realmente no lo pierde! ¡No lo pierde!

José de Paiva Netto, Director Presidente de la Legión de la Buena Voluntad (LBV), es escritor, periodista, conductor de radio, compositor y poeta brasileño. Además, es miembro efectivo de la Asociación Brasileña de Prensa (ABI, siglas en portugués) y de la Asociación Brasileña de Prensa Internacional (ABI-Inter, siglas en portugués). Afiliado a la Federación Nacional de los Periodistas (FENAJ, siglas en portugués), a la International Federation of Journalists (IFJ), al Sindicato de Periodistas Profesionales del Estado de Rio de Janeiro, al Sindicato de Escritores de Rio de Janeiro, al Sindicato de los Profesionales de Radio de Rio de Janeiro y a la Unión Brasileña de Compositores (UBC). Integra también la Academia de Letras de Brasil Central. Es un autor de referencia internacional en la defensa de los derechos humanos y en la conceptualización de las causas de la Ciudadanía y de la Espiritualidad Ecuménicas, que, según él, constituyen “la cuna de los más generosos valores que nacen del Alma, la morada de las emociones y del raciocinio iluminado por la intuición, el ambiente que abarca todo lo que trasciende el campo común de la materia y proviene de la sensibilidad humana sublimada, como ejemplo de la Verdad, de la Justicia, de la Misericordia, de la Ética, de la Honestidad, de la Generosidad, del Amor Fraterno”.